Desde muy pequeños nos premian por decir nuestras primeras palabras y más!!.. cuando empezamos a construir las primeras frases... cuando usamos las primeras palabras difíciles... bien pronunciadas... producimos ahhh!!! uhhh!! de admiración y premios en nosotros y nuestros hijos, sobrinos, hijos de amigos, etc... No conozco sociedades y/o sistemas educativos que valoran, enseñan, promueven y premian a quienes escuchan muy bien... o a quiénes mejoran su escucha... o a quiénes empezaron a escuchar! alguien conoce? sería bueno para poder aprender... Por otro lado... la palabra pierde sentido si no hay quien la escuche... si quienes se supone nos escuchan están en otro escuchar: escuchan sus propias respuestas, piensan en sus opiniones, tienen un enano que les habla desde adentro... o están escribiendo un mensaje de texto, o leyendo un email que les acaba de ingresar en su teléfono "inteligente", o miran en la pantalla si les ingresa ese no se qué estaban esperando ...
Si lo pensamos desde el concepto Africano de "ubuntu" somos en tanto el otro nos legitima como tales... para ser legitimados necesitamos ser escuchados en toda la profundidad del escuchar más intenso y terapéutico que jamás nos imaginamos... un escuchar que legitima es un escuchar que sana y acepta..
El lenguaje, la palabra ocupa un reinado que, la escucha con su silencio interior de "socio principal", no logra. La palabra tiene mucho marketing! El silencio, la escucha en cambio, tiene a veces en ciertos ámbitos muy comunicativos... una imagen distorsionada.... o negativa...
Me propongo una campaña pro escuchar... para empezar este fin de año propongo escuchar más... escuchar a nuestros familiares, amigos y no amigos, vecinos, colegas, jefes, empleados, mozos, choferes, colaboradores... Propongo escuchar los abrazos, los besos, las miradas, las palabras, los silencios, los suspiros... escuchar.. sin hablar... y experimentar ... qué nos produce? y qué produce en los escuchados!!!! y qué produce en nuestros vínculos...?
Deseo un feliz hermoso y pleno de escuchas 2011, 12, 13... 99!! Para todos!!
Hoy leí esta editorial que me inspiró las anteriores reflexiones.... A pesar de que los loros también hablan...: "El lenguaje nos define y diferencia del resto de los animales dice Susi Mauer en la revista de La Nación del domingo 19 de Diciembre de 2010. Y agrega.... Como bien decía F. Dolto, "el bebe humano es un ser de lenguaje". La palabra, su materia prima, no habita solamente en el habla. El acto de hablar le da vida al lenguaje, lo hace viable, sonoro, lo lanza al terreno de la comunicación, del intercambio.
Es en el encuentro con el otro donde la palabra conquista su verdadero sentido. Y si en el otro no se encuentra la actitud de escuchar, sólo habrá voces, palabras en riesgo de convertirse en ruido. Pese a tratarse de uno de los cinco sentidos, la audición no se conquista naturalmente. Se trata, sobre todo, de un entrenamiento que involucra la crianza, la convivencia y la comunicación.....
Los escenarios de la vida actual complejizaron más aún esta realidad. Vayamos a un ejemplo, el de la telefonía adherida al cuerpo. En la última década, el pulso urbano ha cambiado sus ruidos de fondo. Ya no sólo molestan los bocinazos impacientes o los caños de escape aturdidores. El ruido de los teléfonos celulares interrumpe irrespetuoso en todo momento, en cualquier lugar, sin pedir permiso, sin pudor que lo inhiba, sin algo que lo detenga. La tecnología ha ampliado enormemente los alcances de la comunicación, pero también, en cierto sentido, los ha subvertido. El uso indiscriminado, y hasta nocivo, de la telefonía móvil hace más difícil aún nuestra ya escasa posibilidad de escucharnos. Por supuesto que el riesgo no lo aporta la tecnología y sus alcances; tampoco, su uso. Lo importante es cómo decidimos demarcar, desde nosotros mismos, cuándo estamos dentro, o fuera, del "área de cobertura". Solemos ser bastante maleducados para usarlo, hasta grotescos en ocasiones, y vamos deslizándonos hacia una dependencia creciente que no contempla ni al entorno, ni al interlocutor que nos acompaña, ni tampoco a nosotros mismos. Los encuentros son interrumpidos en forma intermitente, perdiendo los diálogos fluidez y naturalidad. El gesto de bajar la vista mirando al propio ombligo para leer disimuladamente un mensaje, o tipear a toda velocidad una respuesta, se nos impuso como un tic nervioso (uno es consciente de lo que le ocurre, pero no puede evitarlo). Alarmas disonantes, ringtones, rebuznos en tono vibrador, suenan en escenarios insospechados: en medio de un concierto, dentro de un baño público, en una charla de amigos en el bar. En tal bullicio, perdemos registro de cuánto se perturba la comunicación humana. Como dice Santiago Kovadloff, "el ruido triunfa donde no deja oír... el ruido inhabilita siempre a su oyente".
Decir y hablar son imprescindibles pero no suficientes para que la comunicación se entable. Escuchar es una manera de interesarse por el otro. Es registrar que hay otro a quien prestar atención, a quien ofrecer atención. Recién en ese encuentro el lenguaje se torna una experiencia de intercambio, una experiencia de convivencia. http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1334879 La autora es psicoanalista; autora, junto con Noemí May, del libro Desvelos de padres e hijos (Emecé)
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